El «cachas» De Juana podrá votar
OCHO MESES después de exhibir sus huesos en la prensa mundial, el etarra De Juana está en forma: 81 kilos, hace pesas y corre. Si todo le sale bien, estará en la calle para votar en el referéndum de Ibarretxe
Iñaki de Juana Chaos está contento. Y se prepara para su salida de la cárcel dentro de menos de 14 meses poniéndose de buen ver. Dependiendo de las cuentas que haga el juez, quizá esté en la calle para votar el 25 de octubre de 2008 en el referéndum sobre «el futuro de Euskadi» que el pasado viernes anunciaba Juan José Ibarretxe. Sí o sí -como si fuera de Bilbao, y eso que nació en Llodio (Alava)-, sea ilegal o inconstitucional, el lehendakari va a llamar a las urnas al pueblo vasco.
De Juana Chaos está contento. Ya no es el cadáver andante que gemía libertad tras 115 días en huelga de hambre. Los funcionarios que lo custodian en la cárcel de Aranjuez están asombrados de su exquisita educación, de su sociabilidad con el resto de reclusos y, sobre todo, de su físico actual.
De Juana ya no es aquel anoréxico que exigía su excarcelación enseñando costillas pugnaces en periódicos británicos. Durante la huelga de hambre que mantuvo durante 115 días, y que abandonó en marzo tras concedérsele la prisión atenuada, llegó a pesar 53,7 kilos. Veinte menos que los ideales para un hombre de 1,73 de estatura. Sufrió hipoglucemia, cardiopatías, fue sometido a una operación gástrica en mayo, perdió vista, se temió un fallo multiorgánico que podría haber terminado con su vida...
Ocho meses después está irreconocible. Pesa 81 kilos, pasa todo el tiempo libre en el patio de la cárcel de Aranjuez haciendo gimnasia: pesas, flexiones, carrera. Tiene el cuerpo de un atleta y un humor excelente, aseguran los funcionarios de Aranjuez. Ya no es aquel De Juana sombrío y malencarado que paseó su misantropía durante 20 años por las cárceles españolas. Hay días que, incluso, se juega la reputación al mus.
De Juana cumple lo que le queda de condena en el módulo tres de la prisión surmadrileña de Aranjuez. Se levanta a las ocho y media y desayuna fuerte. Después, invariable rutina, acude al locutorio y durante un buen rato habla con su novia, Irati Aranzábal. Las conversaciones son grabadas para evitar que los presos de ETA puedan seguir operativos desde el cautiverio, como ocurría antes de la desactivación del denominado frente de makos.
Cada preso, salvo excepciones, tiene derecho a cinco llamadas semanales de una duración de cinco minutos. El habla los siete días y durante más tiempo. No puede comunicarse con cualquiera. La tarjeta telefónica que le conceden a los reclusos es restringida: sólo pueden marcar una serie de números previamente autorizados por el juez.
En cuanto cuelga el teléfono, De Juana se calza las zapatillas y el chándal y se pone a sudar sus esforzados decatlones hasta la una del mediodía. Tres horas de tozuda actividad. Fue pertinaz matando durante su vida laboral activa -lo detuvieron el 16 de enero de 1987 tras cuatro años como gudari, en los que mató a 25 personas-. Se mostró casi irreductible hasta el suicidio en la huelga de hambre que protagonizó. Ahora también está dedicándose a tope a lucir un cuerpo danone impropio de los 52 años que celebró el pasado 21 de septiembre.
Tras hacer gimnasia -nunca deporte en grupo-, come a las 13 horas con el resto de presos. Su alimentación ya es prácticamente normal. Hasta las cinco de la tarde, vuelve a la celda, donde se dedica a leer y escribir. Después regresa al deporte. Se entrena más que un futbolista profesional. Aunque hay días en que hace pellas. Funcionarios que lo trataron en otras cárceles se asombran cuando se les dice que ahora, incluso, se deja caer en alguna partida de cartas por la tarde. Generalmente con los tres reclusos procedentes de la kale borroka que conviven con él en el módulo tres. De Juana siempre había tenido fama de huraño. De rehuir incluso la compañía de otros etarras, sobre todo desde que empezó, desde el interior de la cárcel, a tomar decisiones al margen de la dirección de la banda.
SIN AMIGOS EN ETA
En la cárcel de Algeciras, en la que permaneció hasta ser hospitalizado en el policlínico gaditano de Punta Europa el 29 de septiembre de 2006, ya sólo uno de los ocho etarras que vivían con él en el módulo de aislamiento le dirigía la palabra: Iñaki Etxeberria Martín, alias Mortadelo, quien, además, había roto con la banda en 1998, después de haber sido condenado por dos asesinatos.
Ahora ya no está ni en módulo de aislamiento ni con históricos de la banda. El módulo tres de la cárcel de Aranjuez es el denominado módulo libre de drogas. Allí los delincuentes comunes se someten a un programa especial de desintoxicación. Ese es el entorno en el que se mueve De Juana. Pero no está, en absoluto, aislado de ETA. Ni del entorno político de la banda.
Al contrario que Arnaldo Otegi, la otra gran figura del star-system carcelario de la cartelera penitenciaria española. A pesar de que sus lugartenientes Pernando Barrena y Juan Joxe Petrikorena permanecen medio desaparecidos de la vida pública por miedo a ser también encarcelados, Otegi ya ha oído rumores, en varios medios de comunicación, sobre la preparación de su relevo. Quizá por eso, en lugar de a la gimnasia, se dedica al yoga, al estudio del inglés -tal vez para charlar en el retiro poscarcelario con su idolatrado Gerry Adams- y a seguir un régimen de adelgazamiento a base de frutas. Porque, según parece, mientras De Juana gana peso en todos los sentidos, Arnaldo Otegi lo pierde. Además de por la báscula, puede colegirse de la relevancia de los huéspedes a los que acoge cada uno.
A De Juana no sólo le visita en locutorio y vis a vis su joven novia, Irati Aranzábal Zuloaga, miembro del colectivo de asistencia a los presos Etxerat y nacida hace 30 años en Mondragón a la sombra de una genealogía de abertzalismo arraigado. No se encuentran tan a menudo como cuando él estaba hospitalizado. Irati sólo ha acudido a ver a su novio el 19 de julio, el 4, el 11 y el 25 de agosto, y el 8 de septiembre.
Los contactos políticos han sido más interesantes. Teresa Telletxea compartió con él locutorio el primero de septiembre. Un día antes, Juan José Ibarretxe ya había adelantado lo que el viernes cogió cuerpo y fecha: anunció que convocaría un referéndum sin especificar cuándo. Y siete días antes de la visita, ETA había hecho estallar un coche bomba ante el cuartel de la Guardia Civil de Durango, en el primer atentado perpetrado por la banda tras la ruptura explícita, el 5 de junio, del alto el fuego indefinido.
La visita de Teresa Telletxea confirma, según fuentes de la Guardia Civil, que De Juana ha ganado el pulso que le planteó a la banda poniéndose en huelga de hambre sin permiso de la cúpula. Teresa Telletxea es una chica muy bien relacionada. No tiene antecedentes desde que el 15 de septiembre de 2000 fue detenida en la operación policial, en Francia, que acabó con el aparato logístico de ETA.
Telletxea era un soldado raso del equipo que cayó con la detención, en aquellas fechas, de Ignacio Gracia Arregi, alias Iñaki de Rentería, el etarra que ordenó el asesinato del Rey. El era entonces el jefe de la banda. Ella, una gregaria. Su delito, haber alojado en una casa de su propiedad a los etarras Angel Pikabea e Ignacio Santesteban.
Telletxea cumplió condena durante cinco meses y medio en la cárcel francesa de Pau, compartiendo celda con la compañera sentimental de Iñaki de Rentería, la francesa Fabianne Tapia. Ambas fueron excarceladas el 28 de julio de 2005. Desde entonces, Telletxea no ha acumulado más antecedentes. Se ha mantenido limpia hasta ahora.
De Juana también recibió las visitas, los días 14 y el 17 de julio, de Jone Eizmendi, la proetarra que intentó colar en febrero a la habitación del terrorista, en el hospital capitalino Doce de Octubre, un aerosol con gas pimienta.
El contacto más político se produjo el 18 de agosto. Ese día, De Juana fue el anfitrión carcelario de José Luis Cerezo Conde, candidato en las municipales de 1999 por Euskal Herritarrok en la localidad navarra de Lesaka. Fuentes de la lucha antiterrorista consideran a Cerezo un miembro del sector abertzale crítico con la dirección de Arnaldo Otegi. Hasta el punto de no haber querido integrarse con posterioridad en ninguna de las listas presuntamente blancas con las que la izquierda abertzale intentó burlar, y burló, la ilegalización de Batasuna.
La facción de Cerezo critica a Otegi, sobre todo, por dos razones. La primera, que no incluya a Navarra y al País Vasco-Francés en sus reivindicaciones de manera más furibunda. La segunda, que durante el alto el fuego permanente haya aislado, junto al sector de ETA afecto a Josu Ternera, a los presos; e, incluso, haya permitido que la amnistía para éstos no sea una prioridad negociadora en las conversaciones ETA/Gobierno/Batasuna.
Ahora, en la cárcel donostiarra de Martutene, Arnaldo Otegi está sufriendo el mismo ostracismo que aquellos presos a los que él, dicen, dejó de lado. Al contrario que De Juana, Otegi vive su condena en la primera celda de la Galería 1 sin ningún tipo de interlocución política relevante. Apenas le visita su familia. Hace vida normal. Se relaciona con afabilidad con el resto de reclusos. Y, también al contrario que De Juana, está adelgazando en lugar de engordar. Lo único que solicita del exterior es fruta para mantener una dieta que lo vuelva a convertir en el sex-symbol -que lo era- de la feminocracia abertzale.
Otegi sabe que un líder de Batasuna en la cárcel deja de ser líder. Se diluye. Desaparece. El llegó a la dirección cuando su antecesor, Floren Aoiz, entró al trullo el 7 de diciembre de 1997 con la Mesa Nacional de Herri Batasuna. Cuando regresó a la calle 20 meses después, ya no había nadie capaz de bajar a Otegi del pedestal. Desde entonces, Aoiz se transformó en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
YOGA EN VEZ DE DEPORTE
La rutina de Otegi en Martutene -una cárcel sin módulo especial para etarras- sólo varía con respecto a la de De Juana en tres cosas: tiene menos visitas, hace menos llamadas y, en lugar de pasar la franja horaria entre 10 de la mañana y una del mediodía haciendo gimnasia, va a clases de yoga y de inglés. Su compañero de celda es un atípico hijo de la borroka. Ismael Fakhri Delgado es hijo de marroquí. Lo suyo recuerda a aquella genial ocurrencia de Juanma Bajo Ulloa, que en su película Airbag, en plena efervescencia de la lección magistral de Xabier Arzalluz sobre el rH vasco, escogió a un actor negro para representar al lehendakari. Fakhri, que padece una minusvalía en una pierna, lleva en la cárcel desde el 2 de febrero de 1999. Otegi es comunicativo. Departe constantemente con presos comunes y funcionarios. Quizá porque ya no encuentra otros auditorios que le quieran escuchar.
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elmundo.es