19 agosto 2007

VIOLACIÓN / REINCIDENTE 17 AÑOS DESPUÉS
Andrés no tiene cura
«EL VIOLADOR del chándal» fue un preso modelo: redujo pena por buena conducta, salió y formó una familia. Estaba rehabilitado... Hasta que reapareció
ANIBAL MALVAR
«SOY INOCENTE». El «violador del chándal» jura que es inocente: «Por mi familia». / EFE
«SOY INOCENTE». El «violador del chándal» jura que es inocente: «Por mi familia». / EFE

Andrés Mayo es un enfermo muy inteligente. Tanto que, según fuentes de la investigación, sabe que es un enfermo: él era consciente de que iba a reincidir. Y organizó su vida de forma que su pasado se diluyera en el olvido. Nueva ciudad, nuevo trabajo, una decente familia tapadera... y un conocimiento exhaustivo del modus operandi de la policía para no pasar nunca más por el talego.

Los agentes del Servicio de Atención a la Familia (grupo que organizó su seguimiento y practicó su detención) no pudieron sospechar que en A Coruña vivía un violador en serie hasta la cuarta agresión de este año. Tampoco tenían noticia de que el violador del chándal -que sembró el terror hace más de tres lustros en León y Oviedo- viviera en A Coruña. España, dicen los agentes, es uno de los pocos países del primer mundo que no cuenta con un fichero de agresores sexuales. «A pesar de que todos, y digo todos, reinciden».

La policía no sabe dónde está Alejandro Rodríguez Sangul, el violador del Ensanche (40 años, 16 de ellos en prisión cumplidos por otras tantas violaciones). Ni sabrá dónde se encuentra, cuando salga, José Rodríguez Salvador, el violador del Valle de Hebrón, que saldrá el 22 de septiembre tras cumplir 17 años de prisión por la violación de 14 mujeres. Espera en tres semanas su libertad en la cárcel barcelonesa de Quatre Camins.

-...Y digo todos, reinciden.

Andrés Mayo tardó en reincidir. Su primer desliz de esta nueva etapa lo tuvo en enero. Cuando su mujer, Sara, estaba en el tercer mes de gestación de su segundo hijo. «Juro por Dios y por mi familia que no hice nada», gritó el violador del chándal a los periodistas cuando salió el pasado martes de la rueda de reconocimiento en la que siete coruñesas lo intentaron identificar.

El violador del chándal fue condenado en 1991 a 106 años de cárcel por agresiones (sólo cuatro consumadas sexualmente) a 11 mujeres en León y Oviedo. El viejo Código Penal le permitió cumplir tan sólo 12 años y salir en 2002. Tenía 22 años cuando lo encerraron. Herminia Suárez, abogada que actuó como acusación particular entonces, rememora su interpretación ante el juez: «Recuerdo su aspecto en el juicio. Era el de una buena persona». Hoy tiene 39, y mantiene su aspecto de grandón agraciado y buen chico.

Así se le consideraba en la comunidad de vecinos donde vivía, el número 41 de la urbanización Novo Mesoiro, un barrio recién erigido, ciudad dormitorio, poblado afuerino coruñés habitado de parejas jóvenes que se asombrillan en la protección de la Xunta para adquirir una vivienda digna por 120.000 euros. Requisitos para recibir la subvención: tener menos de 35 años y un trabajo estable.

Andrés Mayo lo tiene. En la empresa Pedralar: balaustradas, cornisas, chimeneas, arte funerario, encimeras, escaleras, lareiras. Durante la docena de años que pasó en la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) frecuentó el taller de metalurgia y así consiguió capacitación para integrarse en la firma. Su comportamiento en la cárcel fue magnífico: ni una sola nota informativa. Se sometió a un curso pionero de rehabilitación de agresores sexuales. Un buen chico. De los 106 años de la sentencia, tendría que haber cumplido 20, que se quedaron reducidos a 12 en virtud de sus muchas virtudes demostradas en prisión.

También era un buen chico ante Sara, su actual mujer. La conoció en 2000. Desde 1997, la dirección de la prisión de Mansilla permitía al buen chico salir de permiso. Tuvo 10 entre ese año y el de su excarcelación en 2002. Andrés no le ocultó nunca su condición de presidiario a Sara. Ni el porqué de su encarcelamiento. Ella tenía 18 años. Una chica atractiva. De buena familia. Tradicional. Tanto que, cuando acepta casarse con Andrés en 2001, lo quiere hacer con la bendición eclesiástica.

Pero la Iglesia, a los presos, les demanda una serie de requisitos para contraer matrimonio. Se exige un expediente de libertad y otro de soltería. La familia de Sara presionó a la curia para evitar el enlace. El Obispado de León apoyó a la familia y no hubo boda. Hasta que, en 2003, Andrés ya en libertad, ella se quedó embarazada de una niña.

Andrés Mayo buscó trabajo. Fácil. Da igual que la condena sea por pintar una portada de El jueves o por violar a 11 mujeres. Los empresarios se benefician de una exención de la cuota patronal, de entre el 90 y el 99%, de la contribución a la Seguridad Social cuando contratan a ex presidiarios.

-En ese caso, es falso que la policía desconociera el paradero del violador del chándal.

-No necesariamente -responde un funcionario de prisiones.

-Tendrá que constar su dirección en la solicitud de empleo.

-Todos dan domicilio. Pero casi siempre falso. Nadie controla esto.

Nadie lo controla. No existe base de datos de agresores sexuales en España. Por eso a la Policía coruñesa le costó tanto pensar en un violador en serie. Pero alguien recordó que, a finales de los 80, las víctimas leonesas y asturianas del violador del chándal hablaban de manos grandes. Las cuatro primeras víctimas coruñesas también hablaron de manos grandes...

SIN CHANDAL

Al agente se le ocurrió pensar en aquel Andrés Mayo. Y encontró una dirección. Novo Mesoiro 41, A Coruña. Blanco y en botella. A mediados de julio se estableció un seguimiento del sospechoso durante las 24 horas. Aburrió a los agentes moviéndose de su empresa a casa y de casa a la empresa. Pero llegó el fin de semana. Y la rutina cambió. Ya no vestía chándal. Ropa informal y cómoda. Lo intentó con una chica hace dos semanas. Y eso precipitó su detención. Pero la víctima que lo llevó a la cárcel no lo ha denunciado. Y en la rueda de reconocimiento del martes, de las siete mujeres citadas sólo cuatro lo identificaron de forma inequívoca.

Andrés Mayo, chico listo, fue excarcelado en 2002 con la opinión en contra del director de la prisión y del director médico. Pero el psicólogo, el educador y el subdirector -resto de componentes de la comisión penitenciaria- dijeron que estaba preparado para ser libre.

Y lo fue. Se casó con Sara. Tuvo una hija en 2004 y encontró trabajo. Compró piso hace año y medio y ganaba suficiente para ofrecer tratamiento a su hija aquejada de una dolencia visual. Un hombre normal. «Venía a las reuniones de vecinos y era un tío simpático», dice uno de los inquilinos de Mesoiro 41.

El chico listo nunca actuaba en su barrio. Como era listo, tampoco usaba el mismo modus operandi por si acaso. Nada de chándal y nada de meter a las chicas en garajes o portales, como en los viejos tiempos. Andrés Mayo seguía la prensa. Sabía lo que se había escrito de él y, cuando los periódicos empezaron a informar sobre la sucesión de agresiones, cambió de zona y espació los intentos. Durante un mes, más de una docena de agentes se desesperaron esperando nada delante de su puerta. Hasta que agredió a Ana. Pero Ana -nombre supuesto- no ha querido denunciar. Como tantas mujeres objeto de violación. Ahora el chico bueno está en la enfermería de Teixeiro porque Instituciones Penitenciarias tiene miedo a que se suicide. Amenazó con lo mismo cuando ingresó en 1990 en Mansilla. Andrés Mayo, chico listo, ya sabe lo que les ocurre a los violadores en prisión...