No hay cárcel para tanta gente
ÁNXEL VENCE
El medio más rápido para llegar a la cárcel sin necesidad de atajos consiste en subirse a un coche, según la ya vigente reforma del Código Penal que prevé el ingreso en el trullo de quienes le carguen demasiado al acelerador o a las copas. No va a haber cama para tanta gente en los presidios.
Aquellos que metan la directa a velocidades de más de 110 kilómetros en ciudad o a más de 180 en carretera tendrán como premio una entrada con derecho a consumición en cualquiera de las cárceles del Reino, según la nueva ley que se estrena en este "puente" de la Inmaculada Constitución.
Otro tanto ocurrirá a partir de ahora a los conductores que sean sorprendidos por la Guardia Civil con una desalentadora tasa de más de 0,60 miligramos de alcohol en el aliento. Y tampoco eludirán el castigo los que alegando razones de intimidad se nieguen a soplar en los medidores de morapio tras haber soplado -o no- de la botella. Los nuevos artículos del Código Penal prevén condenas de seis meses a un año de cárcel para este supuesto de objeción de conciencia.
Igualmente conocerán las ventajas y gajes del sistema penitenciario español los automovilista que, aun respetando las normas, circulen por ahí sin el correspondiente permiso o con el carné caducado. La condena prevista para los olvidadizos es, en este caso, algo más leve: de tres a seis meses de cárcel.
Se ignora si el Gobierno va a construir presidios especiales para conductores o si, por el contrario, pretende que los forajidos del volante compartan celda con ladrones, asesinos, violadores y demás gentes de mal vivir. En cualquier caso, parece inevitable la necesidad de habilitar rápidamente presupuestos para la construcción de penitenciarías en las que dar cobijo al aluvión de nuevos delincuentes del automóvil.
No serán pocos, desde luego. Cifra la organización automovilista Europeos Asociados en 55.000 el número de conductores que cada año cometen infracciones como las que desde ayer han pasado a adquirir el rango de delitos penados con hasta cinco años de cárcel. En algún sitio tendrá que buscarles acomodo el Estado. Teniendo en cuenta que el total de reclusos censados en las prisiones españolas asciende a 66.000, la mentada asociación concluye con toda lógica que una aplicación rigurosa de la ley obligaría a duplicar el actual número de penitenciarías.
Y tal vez los presupuestos no alcancen para construir en tiempo razonable tamaña cantidad de nuevas mazmorras, mayormente ahora que vienen tiempos de inflación y crisis. Naturalmente, la aplicación de la ley depende de los jueces que sin duda encontrarán el medio de castigar a los conductores más imprudentes con penas sustitutivas de multa, trabajos a favor de la comunidad o cualesquiera otras.
Una cosa es la ley -por severa que parezca su redacción- y otra no necesariamente igual la interpretación del texto que puedan hacer los magistrados. Aún está reciente, por ejemplo, el caso de un famoso bailarín al que la Justicia dejó en libertad pese a que había atropellado mortalmente a un peatón en un paso de cebra cuando conducía sin carné y a una velocidad muy superior a la permitida.
Razones de "alarma social" o de mero sentido común tan poderosas como las jurídicas inclinaron posteriormente al tribunal a enmendar su primer fallo y mandar al bailarín a galeras, lo que prueba que cualquier ley tiene tantas lecturas como se le quiera dar. Esa ha de ser, tal vez, la esperanza a la que se aferre el Gobierno tras la promulgación del nuevo Código que penaliza a los automovilista hasta extremos lindantes con la crueldad. De lo contrario, una aplicación estricta de las condenas no tardaría en saturar las ya bastante atiborradas prisiones españolas con la entrada masiva de conductores. Y tampoco es cosa de poner en el hilo musical de la cárcel el célebre tema de El Gran Combo de Puerto Rico: "No hay cama pa´ tanta gente".
noticia publicada en:
el faro de vigo
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