01 septiembre 2008

CONTROL DE RECLUSOS
Dos de cada tres presos rehúsan usar pulsera telemática y dormir en sus casas

Un 60% de los expertos aconsejan utilizarla en delitos que creen alarma social
Entre 2004 y 2006 se propuso a un total de mil personas condenadas
BARCELONA
Pese al plus de libertad que supone, la pulsera telemática no acaba de gustar entre los reclusos. Dos terceras partes del millar de presos en semilibertad que tuvieron oportunidad de utilizarla para no tener que volver a prisión a dormir la rechazaron, según un informe del Centre d'Estudis Jurídics i Formació Especialitzada, que analiza la experiencia entre 2004 y 2006.
Quienes se negaron a la medida arguyen lo que, a su entender, representa una «estigmatización como recluso», que el artilugio es demasiado visible o la «incomodidad» de llevarlo encima.
En cambio, quien optó por la fórmula valoraba básicamente la posibilidad de pernoctar en casa antes que volver al centro penitenciario, tal y como exige el tercer grado.
Las necesidades laborales y los motivos familiares son las causas más habituales que alegaron los internos dispuestos a ponerse la pulsera.
En esos tres años analizados se ofreció utilizar la pulsera a un total de 1.019 penados. De éstos, 348 se pusieron la pulsera y otros 671 decidieron no hacerlo.
La pulsera telemática es, en realidad, una tobillera que el reo debe llevar puesta las 24 horas del día, aunque el control se concentre generalmente en las ocho horas diarias dedicadas a dormir.
En su casa, o donde el juez lo determine, debe instalarse un receptor que sólo detecta la señal de la tobillera en esa zona prefijada, que luego se reenvía al centro de control, situado en el centro penitenciario. También está la modalidad de control mediante GPS o GSM para controlar a la persona.
Como libertad provisional
La decisión de llevarla es estrictamente voluntaria y está contemplada en el artículo 86.4 del reglamento penitenciario, determinando que la pulsera «posibilita al interno en tercer grado pernoctar fuera de prisión cuando, de forma voluntaria, acepte el control de su presencia mediante dispositivos telemáticos proporcionados por la Administración de Justicia».
Sólo hay una condición previa: además de analizar cada caso concreto para calibrar la idoneidad, el interno ha debido pasar una media de un año en tercer grado ordinario; es decir, libre durante el día pero pasando la noche en prisión.
El objetivo final de esta medida, resalta el informe, es el de fomentar el concepto de «autorresponsabilidad».
Del estudio se desprende, también, que el uso de este sistema electrónico podría entenderse como una libertad condicional anticipada, ya que el recluso hace su vida, aunque controlado a distancia, y sin las limitaciones de dormir en la cárcel.
Además, no tiene las restricciones que impone la libertad condicional marcadas por ley y su salida de prisión con la pulsera no necesita el visto bueno del juez de vigilancia penitenciaria que sí decide, por ejemplo, si otorgarle o no la libertad condicional.
En definitiva, afirma que «se crean unas circunstancias de cumplimiento prácticamente equivalentes a las de la libertad condicional». Pero del informe se desprende, curiosamente, que los penados que optan por llevar pulsera tardan más tiempo en conseguir la libertad condicional o la definitiva (una media de 291 días), que los que optaron por el tercer grado tradicional sin este tipo de control (251 días).
La mayor parte de ellos, concretamente un 83%, coincidieron en afirmar que las pulseras telemáticas son «un beneficio o una recompensa por la concurrencia de unas circunstancias positivas».
También entre los profesionales penitenciarios la valoración es muy positiva, destacando que este sistema contribuye a permitirles el contacto con la familia -lo piensa el 42% de ellos-, la creación de un ritmo horario -el 14%-, o conseguir una mayor autonomía, avalado por el 4% de los especialistas de las prisiones. Un 60% de ellos también es partidario de ampliar su uso a los internos que alcancen la libertad condicional si sus delitos han generado alarma social, como es el caso de homicidas o violadores sobre los que existe la sospecha de que vuelvan a reincidir. Y por su metodología y aplicación, los autores del informe concluyen que el control telemático actualmente incluso «actúa como avance de la libertad condicional».
Pero no todo son ventajas. El informe incluye inconvenientes como, por ejemplo, la existencia de problemas técnicos en el uso cotidiano del control electrónico «que convendría corregir y mejorar». De hecho, el 62% de los condenados opina que la visibilidad de la tobillera «es un problema», y también existen quejas sobre los problemas que causa la instalación del receptor de la pulsera en casa, ya que a veces hay interrupciones de señal y los técnicos deben llamar al domicilio de quien la lleva para solucionar la percepción errónea.

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elmundo.es